Hay un tinte de premonición en todo lo que hacemos, lo que nos hace. Auguriamos los dolores y alegrías desde que es sueño o canto; se instalan en nuestros huesos las sensaciones de haber ya vivido algo. Cómo recuerdos a la inversa. Será que el futuro va tras de nosotros recogiendo las migajas de pan que le dejamos al pasado. Las elecciones, a veces, nos cogen en la tombola desprevenidos.
Ayer lo intenté otra vez: vivir en armonía, amar al prójimo, y ser toda un puñado de buenas vibraciones. De verdad lo intenté, mientras las venas me hervían con lava y silencios prediseñados para matar las ganas. Soy el flashback del sudor que desprendía cuando cabalgaba. Soy el recuerdo de lo que me hizo daño y lo que ahora, me construye. Soy, los inminentes ojos cerrados frente al olor que desprenden las hierbas del campo cuando llueve.
Perdí el poema pero recuerdo las palabras, era trágico. Era la desastrosa alabanza a todo aquéllo que vemos aproximarse desde el borde del mundo. Y para no errar dos veces, voy sin rienda a seguirle los pasos al sueño... a encarar el destino y poner mi más ingenua cara de: "Cómo no lo vi venir".
Voy a reescribirlo con la piel.
Y no voy a llorar.
Quizá así se van de corrido los párrafos y sin aseverar en los puntos y comas, logramos llegar al final sin rasguñarnos por dentro.
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